El aprendizaje inmediato en el caso de Yailén de los Santos es inequívoco: cuando fallan los resortes formales, la comunidad se organiza y empuja. Queda por ver si, ante la evidencia acumulada de casos similares, el consulado y la embajada cubana en Moscú corrigen el rumbo, activan canales de emergencia reales y devuelven a sus ciudadanos la confianza que merecen.
Gio tiene apenas 30 años y toda una vida musical por delante. Su caso ha despertado una ola de cariño que traspasa fronteras y revive una de las verdades más hondas de la comunidad cubana: cuando uno cae, el resto extiende la mano.