El hambre no espera a que se destraben las negociaciones en Washington. Mientras tanto, la vida sucede: un niño que desayuna en la escuela porque en casa no alcanzó, una madre que cambia una cena por dos meriendas, un jubilado que divide la pastilla para que dure el mes. La combinación de inflación, alquileres altos y cortes en la cadena de suministro de alimentos ha dejado a muchas familias sin margen. SNAP era ese respiro. Si falta, la ciudad tendrá que respirar por ella.