En tiempos de despedidas, Costner prefirió hablar como director que vuelve a ver un plano y como compañero que agradece una lección de sobriedad. Su mensaje no solo honra la memoria de Graham Greene; también recuerda de qué están hechas las alianzas que perduran en el cine: de confianza, de escucha y de esa felicidad misteriosa —la de “un maestro en su oficio”— cuando la cámara capta, por un instante, la verdad de dos seres que se reconocen.