Tres geografías y un hilo común: infraestructura insuficiente, controles laxos y condiciones de riesgo que convierten cada traslado —por río o por asfalto— en una apuesta. En el Congo, la prioridad inmediata es encontrar a los desaparecidos y auditar rutas y permisos de navegación; en México y Brasil, esclarecer responsabilidades y reforzar estándares de seguridad vial y laboral. Son tragedias distintas que convergen en una urgencia compartida: que el viaje cotidiano deje de ser una ruleta.