La mordedura sin veneno terminó en susto y evacuación; otras veces, el enemigo es el calor, una caída o un accidente de transporte. La lección es clara: por más drones, médicos y logística que haya, la naturaleza no firma contratos de televisión. Y quizá esa misma incertidumbre —controlada, pero nunca anulada— sea parte del magnetismo que mantiene a Survivor en pantalla tras un cuarto de siglo.
Ahora queda por ver si Dee podrá repetir la hazaña. ¿Será capaz de sobrevivir nuevamente a la traición, el hambre y las alianzas cambiantes? Lo cierto es que, con ella en la competencia, Survivor 50 promete drama, estrategia… y mucho fuego.